una noche más
el teléfono tardó en sonar. Ya incluso me estaba preocupando
de lo mucho que tardaba. Eran las dos y diez y aún no se había oído la
vibración de ningún móvil ni el estridente pitido del teléfono fijo. Pero sonó,
sonó justo cuando iba por la página 123 del libro que me estaba leyendo y la
protagonista iba a besar por fin al chico de sus sueños. Vamos, que tardó en
llamar pero tuvo que hacerlo en el momento justo. Empezábamos bien.
Me asomé al salón y me encontré a mi madre al aparato, moviéndose
rápido y con cara de preocupación. Que pereza me daba consolarla una vez más. Pero
bueno, a fin de cuentas es lo que toca, no? Me acerqué a ella y le pregunté que
qué ocurría, finjiendo lo preocupada que estaba. Me dijo lo de siempre, como si
se tratara de alguna novedad. Le di un par de palmaditas en el hombro y le miré
con cara de “déjamelo a mi que yo controlo”
-diga? – dije una vez puesto el teléfono sobre mi oreja. Un sonido
incomprensible sonó al otro lado de la línea. –hombre, popy! Cómo estás? Todo bien
por Lanzarote?- Entre sollozos y gruñidos tan solo logré entender “tienes voz
bonita” “cuanto te quiero” “ay mi niña” “que si el bar” “que si el móvil y la
cartera” y “que si el taxi”.
-entiendo- le dije yo. Y tu colega no anda por ahí contigo,
no? Solo obtuve como respuesta un sollozo que
se asemejaba más a un graznido que a otra cosa.
-qué pasa? Que te cuenta?- preguntó mi madre, preocupada.
-tranqui, mami – le dije yo, devolviéndole el móvil. –
Resulta que popy se ha puesto de vino hasta las cejas, ha perdido el móvil y la
cartera en un bar, y ahora está solo y perdido sin encontrar ningún taxi que le
lleve de nuevo al hotel.
-ay dios pobrecito… estará bien? – dijo ella, llevándose las
manos al pecho. Yo arqueé una ceja.
-que si estará bien? Sabes quien no estará bien? El taxista
que se preste a llevarlo, cuando le vomite dentro del coche. Ese si que estará
jodido.
Y dicho esto, volví a mi libro.